José Antonio Martín, alias 'Amplius', retratado por el ilustrador MIQUEL FUSTER.

“La cárcel es salvaje, la ley de la selva”


TONI AYALA (textos) / MIQUEL FUSTER (dibujos)

El patio interior del bar El Vell Lloc es un oasis de vecindad. Es como si las esencias de todo el barrio estuvieran concentradas en este espacio cercano a la Plaça del Centre. Un grupo de jubilados juegan al dominó en un extremo, junto al futbolín, que espera en reposo a que algún aficionado quiera poner una moneda y revivir a golpe de muñeca el Clásico Barça – Madrid. Un par de parejitas, de diversas edades, charlan mientras toman una cerveza.

En otra de las mesas, José Antonio Martín, de 54 años, consume un cigarro. Abre un sobrecito de magnesio y lo diluye en la taza de té. “Es como sidral”, afirma, mientras coge fuerzas. Se lamenta, porque la memoria le falla, pero eso no le impide rememorar una vida ligada a la delincuencia y a la droga, pero, sobre todo, al triunfo de la fuerza de la voluntad y de la superación personal ante la adversidad.

A José le llaman Amplius, porque llegó a pesar 100 kilos. “Era amplio, anchote”, puntualiza. Otra cifra centenaria le acompaña: llegó a acumular más de 100 detenciones antes de salir del pozo y volver a sonreír.

Ahora trabaja en Parcs i Jardins. “Tenemos 17 pagas al año”, afirma casi con una mezcla de satisfacción, orgullo y una pizca de incredulidad, aunque el trabajo que realiza es duro, sobre todo, para alguien que es seropositivo desde que dejó la adolescencia, que se ha pasado 12 años en la cárcel, que ha superado la adicción a la droga y hasta ha ganado la batalla a un cáncer avanzado de estómago. “Me sacaron metro y medio de intestino y estuve cuatro años con quimioterapia”, recuerda con amargura. “Estuve 10 años conviviendo con el cáncer, me despacharon cinco veces de hospitales pensando que tenía una indigestión hasta que, finalmente, me operaron”, relata con cierta resignación.

José, alias Amplius, vive solo, en un piso que le cuesta 600 euros al mes y que comparte con sus dos gatos. También está a cargo de tres bonsais. Ahora, ellos forman parte de su vida recuperada.

 

AMPLIUS: Antes vivía en un zulo. Era deprimente. Tuve mucho bajón por aquello, pero, después, cuando cumplí el contrato de tres años en el trabajo, me dieron un finiquito de casi 4.000 pavos… Yo me quedé flipao. Y con ese dinero tuve la entrada para el piso en el que estoy ahora. Si no, tampoco hubiera podido salir de aquel zulo… Y así voy, tirando.

CLICOP: ¿Cuándo entraste en la cárcel?

AMPLIUS: La primera vez era menor de edad. Ingresé en la Modelo, que tenía una galería de menores.

CLICOP: O sea, que puedes decir que estuviste en la Modelo ahora que ya no existe.

AMPLIUS: Sí, allí estuve cuatro años.

CLICOP: ¿Por qué te encarcelaron la primera vez?

AMPLIUS: Ni me acuerdo, es que ni me acuerdo… Hubo un tiempo, cuando estaba más en auge y hasta tenía un compañero de fatigas, que abríamos los coches, robábamos al descuido, sobre todo, cuando había ferias en Montjuïc. Ha habido un momento en mi vida que he llegado a acumular más de cien detenciones. Luego ya frené y las tenía más salteadas.

CLICOP: ¿Qué te empujó a delinquir?

AMPLIUS: El contacto con la heroína. Éramos una pandilla de jóvenes de la plaza del Centro y vinieron un grupo de hippies, unos chavales mayores que conocíamos, que venían de un viaje por la India y que trajeron con ellos heroína. No la habíamos visto nunca antes en nuestra vida. Entonces, nos invitaron. Y, sí, sí, ni cortos ni perezosos, la probamos. Era heroína blanca de esa tailandesa, que es muy fuerte. En aquellos años, un gramo valía 40.000 pesetas.

CLICOP: ¿Estamos hablando de los años 70, verdad?

AMPLIUS: No era cortada, la droga que traían era pura. Así que nos pusimos de acuerdo todos, nos reunimos y nos la inyectamos. Uno vomitó, otro no, a mí me sentó bien…

CLICOP: ¿Lo hicistéis para probar?

AMPLIUS: Sí, sí. Pero de todo el grupo que éramos, siete u ocho, solo quedamos vivos yo y otro. Todos han muerto por la heroína. Yo entonces me fui a la mili…

CLICOP: ¿Estando enganchado ya a la droga?

AMPLIUS: Sí, exacto. Estaba súper enganchado hasta las cejas.

CLICOP: ¿Pudiste hacer el servicio militar?

AMPLIUS: No, qué va. Yo me llevé material para hacer la mili, con dos cojones. Pero, cuando se me acabó el material, cuando pasaron seis días y estaba de mono, ya no lo aguanté. Fui a la enfermería y, claramente, dije que estaba enganchado. De 5.500 reclutas del reemplazo aquel, nos echaron a tres por toxicómanos. Quizás en eso fuimos los pioneros… uno de Madrid y dos de Barcelona. Y, claro, en la cartilla ponía “excluido por padecer toxicomanía” y no veas… Así me echaron de la mili.

CLICOP: Una vez regresaste a Barcelona, volviste a delinquir, entonces.

AMPLIUS: Sí, claro, lo seguía necesitando. Me detenían y me ponían una multa o me detenían y me encerraban en la cárcel un mes, veinte días, tres meses…

CLICOP: Pero, ¿cuántas veces has estado en la cárcel?

AMPLIUS: Uf, ni idea… La última vez fue con una pena de nueve años, siete meses y un día. Súmale a esto tres años más salteados.

CLICOP: Una docena de años. Y la última vez, ¿por qué la pena fue tan larga?”

AMPLIUS: Porque yo estaba consumiendo e hice un trato con un camello. Le compré mucha cantidad: 25 gramos. En su casa, me puso la bolsa con la droga delante y yo probé un poquito, me la inyecté y vi que era la buena de siempre. Me la llevé a casa y, cuando llegué, como yo iba a hacer partes también para venderlas, me di cuenta de que me habían hecho la pirula. Por ejemplo, de los 25 gramos, había solo cinco gramos buenos arriba del montón y todo lo demás era de otra calidad mucho más inferior. Me di cuenta de ello perfectamente probando de una parte y de la otra. Con la paranoia y totalmente enajenado por el consumo, me cogí el autobús. Me presenté allí a las siete de la mañana con un garrote y, según el camello abrió la puerta, le hago “¡catacrasca!”. Lo siento, estaba muy loco y me habían hecho un pirulón. Había dos y ninguno de ellos reaccionó. Uno se refugió en el lavabo y pidió auxilio. Les di una paliza a los dos. A uno casi me lo cargo. Y por ello me condenaron por “intento de homicidio” y “lesiones graves”. Esta ha sido la condena que me llevó a los nueve años, siete meses y un día últimos en la cárcel.

CLICOP: ¿Qué sentiste el primer día que entraste en prisión?

AMPLIUS: Miedo… Miedo porque era muy joven y la Modelo impresionaba mucho. En aquella época, las galerías de la Modelo se comunicaban entre ellas, no estaban cerradas. Con lo cual, había una galería de menores, pero… Aquel primer día fue muy impresionable… Una impresión y un miedo… No sabes lo que es eso… Pero, luego, con el paso de los días, si te encuentras a alguien conocido, empiezas a asumir dónde estás. Y, si ya has estado en la cárcel un par de veces, ya te tomas de otra manera la detención o la entrada en prisión. Te lo tomas con resignación. Ya conoces el procedimiento. Tres días preventivo, el médico, el trabajador social, etc, etc, y te asignan galería. Te lo tomas ya conociendo lo que viene por delante.

CLICOP: ¿Cómo es la vida en la cárcel?

AMPLIUS: Salvaje. La ley de la selva. El más fuerte es el que se lleva el gato al agua. Así de claro.

CLICOP: ¿Tú eras de los fuertes?

AMPLIUS: No, no, qué va, ni mucho menos. En las cárceles hay gente que tiene condenas de ochenta años y ya les da igual todo. Les sale gratis romperle la cara a quién quieran o incluso cargárselo. Ya saben que tienen un condenón. En la Modelo había preventivos, pero también otros que cumplían condena. De hecho, yo estuve en la Modelo de preventivo cuatro años. Me pedían 29 años de cárcel. Menos mal que la condena se quedó en nueve años, siete meses y un día. Así que, imagínate. Y ahí ya te lo tomas con resignación.

CLICOP: Te tienes que hacer a la idea de que son nueve años en la cárcel.

AMPLIUS: Exacto. Sí, porque a mí no me dieron ningún permiso ni nada.

CLICOP: ¿Y cómo pasaste esos años en prisión?

AMPLIUS: Yo me dedicaba a tatuar.

CLICOP: Clandestinamente, claro.

AMPLIUS: Sí, sí, clandestinamente. Esto está prohibido. De hecho, cuando te pillan tatuando a alguien en los lavabos, te abren un parte.

CLICOP: ¿Qué recibías a cambio? ¿Cigarrillos?

AMPLIUS: No, no, dinero o droga. En la Modelo estuve consumiendo bastante.

CLICOP: Pero, entonces, ¿cómo conseguiste desengancharte de la droga?

AMPLIUS: Supongo que mi mente llegó un momento en que dejó de volverse loca para buscar droga en la cárcel. A parte de cara es muy peligroso el mundo de la droga en prisión. Las deudas son muy jodidas.

CLICOP: Aún así, dejaste de ser toxicómano en un entorno tan hostil.

AMPLIUS: Sí, porque pedí metadona. Y aún hoy sigo tomándola.

CLICOP: ¿Qué estás a 50 de metadona?

AMPLIUS: A 45. Me lo han bajado cinco, lo he pedido yo. Mi meta es dejar también la metadona. Eso será una cadena menos. Estaré enganchado a las pastillas del VIH y ya está. Y el antidepresivo quizás tampoco será para siempre.

CLICOP: Así, a la hora de superar todo aquello entró en juego un alto porcentaje de voluntad propia, ¿no?

AMPLIUS: Bueno, y tanto, imagínate. Es necesario que tú estés convencido. Si tú no te quieres ayudar no hace falta que nadie te ayude. Llega un punto en que tú mismo le coges tanto asco a la droga que lo tienes que dejar. Me daba ya auténtico asco todo el submundo que conllevaba. Pedí la metadona y fue mano de santo. Estuve casi cuatro años en la Modelo, casi tres años en la cárcel de Lérida y y casi tres años en Quatre Camins.

CLICOP: Y sin ningún permiso…

AMPLIUS: Tenía muchos partes siempre por tatuar.

CLICOP: ¿Tatuabas lo que te pedían?

AMPLIUS: Sí. Yo también tengo los míos, que me los he hecho yo mismo, como este que dice Trust no one. Me los hice frente a un espejo. Mezclaba la tinta y obtenía los colores. La máquina de tatuar la hacía con motor de walkman. También utilizaba la punta de un boli Bic. Ahí dentro no hay materiales, te tienes que buscar la vida.

CLICOP: ¿Tenías la competencia de otros tatuadores?

AMPLIUS: Sí, sí, sí. Por ejemplo, recuerdo a un chico que era punki. Pero él tatuada más a los punkies. Mi estilo molaba más, la verdad.

CLICOP: ¿Cuándo saliste de la cárcel?

AMPLIUS: En el año 2005.

CLICOP: ¿Y cómo empezó tu rehabilitación?

AMPLIUS: Salí, cobré el paro, volví a tener una recaída… Pero fui al SOC, vale, al Servei d’Ocupació de Catalunya, que ya no sé si existe. Y di con una chica que se llamaba Anna. Me cayó muy bien y confié en ella.

CLICOP: Pese a que tienes un tatuaje que dice: “No confíes en nadie”…

AMPLIUS: Me dijo: ¿“tú qué sabes hacer?”. “Pues, hombre, yo he sido cristalero” -le contesté- “Pero, realmente, a mí lo que me va sobre todo son las plantas”. Y va y me dice: “Pues, ahora hay unas oposiciones para Parques y Jardines”. “¿Tú crees que yo puedo?”, le pregunté. “Sí, claro, hombre, si estudias el temario”… Y, sí, sí. Ella misma me inscribió e hice el examen. Saqué una nota alta. Y, nada más acabar las oposiciones, me cogieron ya para seis meses de refuerzo en la brigada de la Zona Franca. Nos llamaron a cuatro que teníamos nota alta. Y, después, te dejaban un tiempo y te volvían a contratar, porque estabas en la bolsa de trabajo. Hace cosa de cuatro años, me llaman de Parques y Jardines otra vez…

CLICOP: Perdona, pero si solo estuviste seis meses en Parques y Jardines por aquella época, ¿qué hiciste el resto de los años antes de que te volvieran a coger?

AMPLIUS: Tuve cáncer.

CLICOP: ¿Qué me dices?

AMPLIUS: Sí, ya te digo, me quitaron metro y medio de intestino. La quimioterapia fue dura y, después, los años posteriores. Además, desde los 22 años sé que soy seropositivo.

CLICOP: ¿Por la heroína?

AMPLIUS: Sí, sí, sí. Desde los 22 años ya tengo el San Benito, desde que me lo dijo un médico.

CLICOP: O sea que superaste un cáncer avanzado siendo ya enfermo de sida.

AMPLIUS: Sí, pero me noto gastado. Me quitaron todo. Llevaba diez años con el cáncer. Me lo habían diagnosticado en la cárcel, en Quatre Camins. Pero, una vez fuera, ni puto caso cuando iba al hospital. Me decían que era un indigestión, hasta que un día me dio un dolor muy fuerte y me operaron de urgencias.

CLICOP:Aún así, superaste el cáncer también y volviste a entrar en la rueda de contratación de Parcs i Jardins. 

AMPLIUS: Sí, porque salió una ley que obligaba a las empresas grandes a tener el 10% de discapacitados. Parques y Jardines es una de ellas. Entonces yo les iba de puta madre. Estaba en la bolsa de trabajo y encima era discapacitado.

CLICOP: ¿Qué porcentaje de discapacidad te reconocieron?

AMPLIUS: En aquel momento, del 33%, pero ahora tengo del 68%.

CLICOP: Por lo tanto, elegiste trabajar en vez de continuar cobrando una pensión de discapacitado.

AMPLIUS: También me darían una pensión de discapacidad de 400 y pico euros ahora, pero yo quiero seguir trabajando hasta jubilarme, aunque estoy intentando que me cambien de puesto porque estoy muy fastidiado de los huesos. Tengo muchos frentes médicos abiertos en el Clínico. Tengo muchas citas médicas, que también me trastocan. Pero me levanto como puedo y hago lo que puedo. Tiro para adelante como puedo.

CLICOP: Te voy a dar unos datos y me dices cómo los valoras: la delincuencia ha subido (un 4,18%) en Catalunya el último año después de 8 años de tendencia negativa, pero, en cambio, la población reclusa ha bajado a niveles de hace 12 años. Es decir, hay más delincuencia, pero menos presos. Y parece ser que la delincuencia es, básicamente, cosa de hombres, puesto que por cada mujer en la cárcel hay 15 hombres. Además, no paran de subir los delitos sexuales contra mujeres desde 2013. ¿Por qué crees que se da esta masculinización de la delincuencia?

AMPLIUS: No conocía esas cifras…

CLICOP: En las cárceles catalanas hay 7.794 hombres y 573 mujeres. En 2005, cuando tú saliste de prisión, la proporción era prácticamente la misma: había 7.747 hombres y 558 mujeres.

AMPLIUS: Obviamente, la razón es que el hombre tiene más maldad que la mujer. Esos datos no dan lugar a dudas. Es mucha distancia. Me atrevo a decir que los hombres somos más echados para adelante.

CLICOP: ¿Tú has conocido a mujeres que hayan estado en prisión?

AMPLIUS: Sí, la Giorgina, que en paz descanse. Esta atracaba bancos. Salió en el Interviu hace muchos años con su novio, el Pequitas, porque era una niña, pero conducía y hacía de todo. Conocí también a otra chica, que iba con un tal Heladio. Iban en moto y, mientras él esperaba fuera, ella atracaba farmacias con un cuchillo jamonero. Por eso, él salió antes de la cárcel. Pero, ahora, ella también se ha recuperado. Está en Tenerife y conduce un autobús de niños. ¡Imagínate!

CLICOP: Hay un estudio que apunta que lo que ayuda mucho a la reinserción…

AMPLIUS: …Es el tercer grado y salir de permiso…

CLICOP: …Iba a decir, la figura de un mentor. Según un informe del 2015 presentado por el Centre d’Estudis Jurídics i Formació Especialitzada, la tasa de reincidencia delictiva en Catalunya se situaría en el 30,2%. Dicho de otro modo, 7 de cada 10 reclusos que abandonan la prisión no vuelven a cometer ningún delito, com fue tu caso. Otro estudio presentado por el Departament de Justícia en noviembre de 2017 apuntaba, como posible solución para una mayor reinserción de reclusos en la sociedad, un incremento de la involucración de la comunidad a través, sobre todo, de la figura del mentor. A ti te ayudó mucho, según has comentado antes, aquella mujer del SOC.

AMPLIUS: Sí, Anna. Yo soy el ejemplo de que encontré a esta chica en los servicios sociales y me supo encauzar. Ahora ella ha ascendido y tengo dos educadoras. Si me hace falta algo o tengo algún problema, ellas me aconsejan y me dicen que tengo que hacer esto y lo otro. Yo reconozco que estoy ‘desfaratao’, que he perdido agilidad mental. Lo tengo claro y lo asumo.