Fútbol y política


TONI AYALA (texto)

En la semana de los Clásicos del fútbol español, cuando Barça y Real Madrid se enfrentan en la Copa y en la Liga con pocos días de diferencia, se disputan en el Tribunal Supremo y, también, en el Congreso, una serie de duelos de calado político.

Siempre se ha especulado sobre si el fútbol está politizado, sobre si en el palco del Bernabéu se cierran o no acuerdos empresariales o sobre si el Barça es más que un club -no solo porque tenga muchas secciones deportivas, sino por lo que representó para Catalunya durante el Franquismo y por lo que aún representa-.

Es evidente que algo de política hay en el fútbol.

En el Camp Nou se clama en cada partido por “la libertad de los presos políticos” o se grita “independencia, independencia”, mientras que se aprovecha cualquier escaparate, como la Copa o la Champions, para colgar alguna pancarta con este trasfondo. Incluso el expresidente del Barça, Sandro Rosell, el preso preventivo por presuntos delitos económicos más longevo de la historia penitenciaria española, ha afirmado que nunca había tenido ningún problema con la justicia o ninguna inspección hasta que se puso al frente del FC Barcelona.

Sea como sea, en la España actual no llama la atención una posible politización del fútbol, sino la futbolización de la política.

Efectivamente, se está produciendo un fenómeno a la inversa. Por un lado, los partidos políticos actúan como clubes, con sus socios -militantes- y seguidores -sus fans, más que votantes-. Ya no se puede hablar de electores, sino de hooligans. Cada vez más se vota en España con el corazón o con lo que cada uno / a tiene en la entrepierna que con la cabeza. Estanos inmersos en la política de las emociones, de los golpes de efecto, como si cada líder jugara a ser Leo Messi con el balón.

Los sistemas de fichaje del fútbol se han trasladado también a la política. El último caso ha sido el de Ciudadanos, reclutando ‘jugadores’ de equipos rivales, como el PP o el PSOE, de cara a las próximas citas electorales. Incluso vemos que se producen fichajes ‘internacionales’ mediáticos, como es el caso de Manuel Valls, fichado directamente de París, como si fuera la estrella del PSG, Kylian Mbappé.

En esta futbolización de la política hemos asistido, también, a la consolidación de dos bandos, España y Catalunya, en una competición que ya dura cerca de una década y que no ha estado exenta de falta de fair play. Uno de los partidos de esta Liga se juega actualmente en el Supremo, con jugadores del lado independentista que llevan tiempo, en realidad, sin poder jugar, como si les hubieran sacado tarjeta roja.

Pero, cuidado, porque también en este ámbito hay revisión del VAR y todo el mundo sabe que esta función la tendrá la justicia internacional, con el Tribunal Europea de Derechos Humanos.

Otro partido se juega en el Congreso, de donde Pedro Sánchez se despide para liderar la aventura del adelanto electoral. Es otra Liga. Si el duelo España – Catalunya es de Champions; la disputa por la hegemonía de la Moncloa se asemeja más a la Copa del Rey. No en vano el monarca, Felipe VI, al final, es quien entrega el trofeo. Es el partido por gobernar España, pero, también, el que da derecho a jugar la Champions para solucionar la cuestión catalana.

En este sentido, habrá que ver si enfrente está la derecha / ultraderecha (PP, Cs, Vox) o la izquierda (PSOE, Podemos), con matices, puesto que siempre está el comodín del centro o del supuesto centro, que sería algo así como las alianzas estratégicas entre clubes de fútbol por conveniencia, como la que tiene el Atlético de Madrid con el Atlético Kolkata de la Superleague india, con el Grupo TATA de valedor.

Como pasa en el fútbol, en la política cada vez hay más competiciones, es decir, cada vez hay más periodos electorales o, simplemente, siempre se está en campaña. Eso, entre otras cosas, alimenta el negocio de las televisiones y de los programas de tertulias.

Ya se acabó aquello de las elecciones cada cuatro años; ahora, la política está al orden del día, cada vez más presente en nuestras vidas. Los adelantos electorales son y serán cada vez más habituales.

Pero, lo que alimenta a la política no es la política, sino el fútbol. Porque la única razón por la cual España no se ha ido ya al garete -tras una crisis económica descomunal y con todas las tensiones políticas que ha habido y que habrá- es porque aún existe el fútbol.

Sin la distracción del fútbol, España no sería nada. Sin la futbolización de la política, la Política en España no sería nada. Absolutamente, nada.