El Síndrome de la Feria de Abril


TONI AYALA (texto)

La celebración del último Día de Andalucía ha reabierto el tema fake del supuesto supremacismo de los catalanes sobre los andaluces que viven en Catalunya. Este es un maléfico concepto que ya parte de una base errónea, puesto que da a entender que los andaluces y descendientes de andaluces que viven, trabajan, ríen, lloran, juegan, nacen, crecen, se enamoran, se casan, se divorcian… en Catalunya no son catalanes.

Después de una campaña electoral andaluza en la cual el tema estrella de los candidatos fue, insólitamente, Catalunya, y no el futuro de Andalucía, ahora, tampoco debería extrañar que el presidente de la Junta andaluza, Juanma Moreno, se pase por Catalunya para criticar este presunto supremacismo catalán que oprime a los andaluces que residen en tierras catalanas.

Está claro que estamos en pre-campaña de cara a las elecciones del 28 de abril, pero la clase política sigue apostando por un discurso de confrontación que está por ver hasta cuándo podrá dar réditos. ¿Se cansarán alguna vez la mayoría de los ciudadanos de tanta verborrea beligerante?

Según Moreno, la Junta “no va a permitir que se pisoteen las tradiciones y se ninguneen los derechos de los andaluces residentes en Catalunya”. Por su parte, Carlos Carrizosa, portavoz de Ciudadanos, aseguró que las autoridades catalanas consideran a los andaluces que emigraron a Catalunya y a sus hijos “como colonos”.

¿Catalunya es un ejemplo de integración? ¿O es un territorio donde impera la discriminación, como apuntan los discursos más apocalípticos?

Cuando Inés Arrimadas, de origen andaluz, se convierte en líder de la oposición en el Parlament, ¿se puede considerar que Catalunya es un ejemplo de opresión contra los andaluces? Cuando José Montilla, andaluz de origen, se convirtió en president de la Generalitat, ¿fue otro ejemplo de discriminación?

Cuándo las familias andaluzas y murcianas y de otras regiones de España, residentes en Santa Coloma de Gramenet, se unieron a principios de los años 80 para reclamar a la Generalitat “una escola pública en català” y consiguieron que el modelo actual de Normalización Lingüística se pusiera en marcha primero en sus escuelas, ¿cómo se puede calificar aquello?

El problema es el Síndrome de la Feria de Abril, que este año incluso coincide en el mismo mes de una elecciones generales. Cualquier barcelonés o catalán -sea cual sea su origen- sabe que cada año se celebra este acontecimiento en Barcelona. Y, edición tras edición, siempre es el objeto de deseo de los políticos. Y, quien más quien menos, se ha pasado alguna vez a beber fino y comer pescaíto frito.

A lo largo de los años, sacarse una foto en la Feria de Abril, incluso para los partidos nacionalistas catalanes, ha sido fuente de votos. Todos querían -y quieren- los votos de los catalano-andaluces o de los andaluces-catalanes. Y, ello, durante muchos años, contribuyó a subrayar, precisamente, la necesidad de políticas integradoras.

En 1964, un libro impactó en la sociedad catalana, ‘Els altres catalans’, de Paco Candel. Fue todo un estímulo. Una vez constatada la heterogeneidad de la población de Catalunya, el autor planteaba la necesidad de no desembocar en dos comunidades herméticas divididas por origen, lengua o hábitos culturales.

Aquel espíritu candeliano de los años 60 es el que ha hecho de Catalunya la sociedad integrada e integradora que es, pero, si Candel advertía de los peligros de perder estos valores es, precisamente, por el riesgo de involución.

Y, así como antes los políticos se sacaban fotos en la Feria de Abril para obtener el voto de la integración, ahora, existe la tentación de que los que acudan lo hagan para promover el voto de la discriminación y la confrontación, sobre todo, con el objetivo de ganar las elecciones del día 28. Por suerte, los votantes son más numerosos que los políticos. Y no siempre les hacen caso.