Divide y no vencerás


TONI AYALA (texto)

Si eres débil y quieres ganar a tus enemigos, divídelos cuanto más mejor y tendrás más posibilidades de vencerlos. Esta es la filosofía que impera en la política española, aunque es más vieja que la alpargata de un romano. En concreto, la de Julio César.

Nos podemos remontar a las máximas latinas divide et impera («divide y domina») y sus variantes: divide et vinces, divide ut imperes y divide ut regnes,​ que fueron muy utilizadas para gobernar por el famosísimo Julio César, quien dominó la política de la República de Roma tras vencer en la guerra civil que le enfrentó al sector más conservador del Senado.

Pero, al César lo que es del César, puesto que hay que darle el mérito de haber creado escuela. Otros, después de él, pusieron en práctica su filosofía del divide y vencerás, como el emperador de los franceses Napoleón Bonaparte.

Los británicos, por ejemplo, también fueron muy aficionados a aplicar el divide y vencerás en sus colonias, generando algunos estropicios que aún hoy tienen secuelas. Este es el caso de la India, donde gobernaron un vasto territorio fomentando las disidencias entre las diferentes tribus. Hoy en día, indios y pakistaníes aún están enfrascados en el conflicto de Cachemira.

Pero, sin ir tan lejos, quizás el Brexit sea el último ejemplo británico de cómo el divide y vencerás podría causar una nueva hecatombe en las islas, no solo por la fractura social interna que ha provocado, sino por las consecuencias que podría acarrear respecto a Escocia o Irlanda del Norte.

Aún así, España, ahora mismo, es el gran reino del divide y vencerás. La precampaña (o campaña adelantada) de las elecciones generales del 28 de abril son el gran ejemplo de cómo los partidos fomentan la división del contrario (y de la sociedad) para, básicamente, hacerse más fuertes en su propia debilidad.

La derecha está fraccionada, con Ciudadanos, Partido Popular y Vox, y se escora cada vez más en la ultraderecha dentro de esta lucha fratricida por arañar votos. Vemos cómo no solo ha habido pugnas internas en estos partidos, sino que la política de fichajes de candidatos, en los que unos se roban militantes a los otros, es digna del cesarismo más alpargatero.

Por el flanco izquierdo, las cosas van igual. En el PSOE, Pedro Sánchez tuvo que adelantar las elecciones porque se le volvían a tirar encima los barones, con Felipe González a la cabeza, cuando a alguien se le ocurrió hablar de un “relator” para ayudar en el diálogo con Catalunya. Y, en Podemos, la operación Carmena-Errejón ha demostrado que en la izquierda también se fomenta el divide y (quizás) vencerás.

También lo hemos visto en Catalunya, con escisiones en los Comuns para aliarse con ERC, así como el lío del PDECat, que surgió de la excoalición de CiU, con Unió acercándose cada vez más al PSC y con la antigua CDC diluida cada vez más en un Junts pel que Sigui que, en realidad, es una metáfora del Separats de Tothom. Y es que Esquerra y Junts per Catalunya comparten Govern, pero no hoja de ruta en campaña electoral.

Las llamadas “listas unitarias” del independentismo no tienen cabida en la era del divide y vencerás.

Y esta máxima se cumple en todas las elecciones, ya sea generales, autonómicas, municipales o europeas (el PNV ya no quiere ir junto al PDECat, por ejemplo). Dividir es la fórmula matemática preferida de la política española. Pero, en realidad, es un espejismo, el típico postureo español, los prolegómenos de un idilio que, al final, llega, olvidando así entre cañas de cerveza cualquier agravio o insulto anterior. De nada importará todo el mal que ya se ha hecho.

No hay nada que unas tapas de bar no puedan tapar.

Efectivamente, todos los partidos políticos aplican el divide y vencerás, pero, cuando la tormenta pasa, es decir, cuando ya se ha votado y nadie puede gobernar sin apoyos, el divide y vencerás demuestra que, en realidad, si divides no vencerás.

Si hacemos caso a las últimas encuestas y a las más recurrentes, aunque el PSOE gane las elecciones generales necesitará, otra vez, del apoyo de los nacionalistas catalanes para gobernar.

Seguramente, no es casualidad que el PSC sellara un acuerdo con los herederos de la antigua Unió, aglutinados en Units Per Avançar, que hoy nos permite ver al exconseller Ramon Espadaler junto al líder socialista catalán, Miquel Iceta, en el Parlament.

¿Por qué Josep Antoni Duran i Lleida, exlíder de UDC y eterno aspirante a ministro catalán del Gobierno español, tiene últimamente cada vez más protagonismo mediático? Esta es una pregunta que requiere, sin duda, de otro artículo.

En general, tras unos momentos de gran gloria, todos los gobernantes que siguieron las enseñanzas cesaristas del ‘divide y vencerás’ acabaron mal, muy mal, empezando por el propio Julio César, traicionado y víctima de un magnicidio. A Bonaparte tampoco le fue, al final, muy bien que digamos.

En este sentido, en estos últimos años, con el conflicto catalán, con la crisis de los partidos catalanes (¿quién iba a decir hace 20 años que CiU acabaría así?), con la crisis institucional española (el último ejemplo, la moción de censura contra Rajoy tras aplicarse el artículo 155 en Catalunya), con la crisis económica (y la emergencia del 15-M), con la crisis de la corrupción y con la crisis de los aparatos del Estado (¿en qué situación están hoy en día la monarquía, la Justicia o los cuerpos policiales?)… ha quedado en evidencia que la apuesta de los líderes políticos españoles por el ‘divide y vencerás’ tan solo es una muestra de debilidad.

Todo parece pender de un hilo y, al final, alguien tendrá que ser lo suficiente valiente como para empezar a coser, aunque sea empezando por puntos de sutura. Y para coser se necesita unir, construir y nunca, dividir.