Nube Roja: “La esquizofrenia es un alien en tu cabeza”


TONI AYALA (textos) / MIQUEL FUSTER (dibujos)

Los amigos de Sergio Arnau, de 52 años, aseguran que es descendiente del Conde Arnau, un rico noble de la mitología catalana, quien, a causa de sus pecados, fue condenado a cabalgar durante toda la eternidad como alma en pena sobre un caballo negro al que le salen llamas por la boca y los ojos. Pero, Sergio no es conde, sino que tiene espíritu de piel roja, con el que ha afrontado toda su vida la lucha contra la esquizofrenia.

En Catalunya, hay un total de 110.332 personas que padecen alguna enfermedad mental, según datos de Idescat, 42.784 casos más que hace una década. Y es que el fenómeno va en aumento, muchas veces, a causa del consumo de drogas.

Sergio cruza la Plaça de Sants dominando su silla de ruedas como si fuera un monoplaza de Fórmula 1. Incluso se atreve a hacer alguna pirueta levantando las ruedas delanteras. Aún parece conservar destellos de aquella energía loca de su juventud, aunque muchas veces se sienta abatido. Cuando habla, su cadencia de voz es pausada, ronca, profunda, penetrante. Le llaman Nube Roja, como lo atestigua el tatuaje que luce en los nudillos de sus manos y, también, el retrato del jefe indio que tiene en su brazo.

Este alias le acompaña desde que se lo puso un compañero de celda, cuando lo detuvieron y lo encerraron en los calabozos de la comisaría de Via Layetana: “Nube Roja es el personaje de mi vida, junto al Ángel Caído de Led Zeppelin. En el talego me encontré con El Sevillano, a quien llamaban Cherokee. ‘Te voy a hacer un regalo’ -me dijo- ‘¿A ti te gusta el anochecer y el amanecer?’… ‘Es lo que más me mola’, le contesté. Y, entonces, me llamó ‘Nube Roja’”. Cuando Sergio fue a tatuarse en sus dedos las iniciales del alias con el que le habían bautizado en prisión, el tatuador, como en un giro poético, le escribió ‘Nuve’, con V de Vida, en vez de ‘Nube’, con B.

Nube Roja fue un gran jefe siux, que venció al Ejército de Estados Unidos en las campañas de entre los años 1866 y 1868, conocidas como la Guerra de Nube Roja. Impidió que el hombre blanco se hiciera con el control del territorio del río Powder en el noroeste de Wyoming y el sur de Montana.

Sergio ha dejado de beber y ha superado el tabaquismo, pero no los porros, aunque está en ello. Mientras consume un cigarrito de maría, que le ayuda a soportar el dolor, rememora su infancia. “Fui un niño como otro cualquiera, con mis miedos y mi valentía. Mis cosas de niño. Me crié en Cornellà, en Ciudad Satélite. Me gustaba jugar en la calle, iba al colegio… Al principio todo era muy bonito. Hice la comunión, mis padres compraron una casa en Esparreguera y allí pasé los mejores años de mi vida, hasta los 18”.

 

Poesía de vida

Nube Roja es, en realidad, un poeta. Le acompaña un bloc de notas, en el que escribe versos. Cuando cayó en la trampa de la droga, fue, precisamente, por un desengaño amoroso: “Me enamoré, no funcionó y se me fue todo al garete. Me quedé colgado de tripi. El desamor me hacía tomar drogas para olvidarme”. Por entonces, estaba estudiando Electrónica. “No era muy malo, la verdad, aunque la Química no se me daba muy bien, pese al LSD”, recuerda, esbozando una leve sonrisa.

En un viaje de fin de curso a Italia, asegura que empezó a “oír voces”. La enfermedad mental se había empezado a desencadenar. “Sin darme cuenta, me evadía de la realidad. Estaba tocado. Aquel último año había sido terrible, un infierno”, rememora con amargura. Le diagnosticaron esquizofrenia. “Creía que estaban en mi contra, tenía muchos pensamientos seguidos y todos confusos. No tenían nada que ver el uno con el otro, pero yo les daba sentido de alguna manera. Era como un potaje mental”, confiesa. “Salir a la calle es respirar aire, pero, de repente, pienso que estoy inmerso en un laberinto de confusión, en un mundo que no es el mío. Yo no quería este mundo, no, qué va, no lo quería”, se lamenta.

Sus padres intentaron que se cuidara y que se curara. “Pero yo quería marcharme, buscarme la vida por mi lado y olvidarme de ellos. Me fui, volvía, me fui otra vez, regresé… Hacía lo que me daba la gana, hasta que entró la Policía. Necesitaba dinero para drogarme, se me habían jodido todas las fuentes de ingresos…. Robé y me metieron preso. Y luego varias veces más”, revive de carrerilla, casi sin tomar aliento. Le declararon con “enajenación mental transitoria” y, en vez de encerrarle en la cárcel, le concedieron el 65% de invalidez. “Cobré por entonces 16.000 pesetas. Esa fue la primera paga”, puntualiza. Pero, cuando le preguntas si ha vivido todos estos años de esa pensión, Nube Roja asegura sin titubear: “He vivido de la vida. Hay cosas que se pueden contar y otras que no”.

Oferta y demanda

Lo que sí se puede explicar es que, en aquél pasado, se las ingenió para hacer de intermediario entre los camellos y los consumidores de droga. “Le buscaba la vida a la gente”, afirma. “Por un lado me sacaba dinero del camello y, por el otro, del consumidor”, describe con total normalidad, como si estuviera dando una conferencia en una escuela de negocios. Cuando gira la mirada hacia esos años, Nube Roja asegura que quizás volvería a hacer lo que hizo, pero reconoce que sería “muy gilipollas” por repetirlo.

La mayor fatalidad de su vida, consecuencia del consumo de drogas, le llevó a quedarse postrado en una silla de ruedas. Estaba en el patio de luces de casa, colocado, cuando quiso encender un cigarrillo con la llama del calefactor. Se inclinó demasiado y se cayó al vacío desde una altura de dos pisos. “Tenía 32 años, fui a encender un cigarro, me resbalé y me caí de espaldas”, narra desde lo más profundo de su resignación, no sin aclarar: “No me quise suicidar, no tengo huevos para eso”. Nube Roja tiene un parche de morfina en el hombro izquierdo, justo en la cabeza del jefe siux que tiene tatuado, para mitigarle el dolor. Es como si aquel guerrero indio le diera fuerzas y le consolara, al mismo tiempo. “Estaba roto completamente, me dolía hasta parpadear. Poco a poco fui moviéndome, pero me quemaba las piernas y ni me dolía…”

Pero, todo aquel dolor físico tras el accidente se sumó a su verdadero caballo de batalla, la esquizofrenia: “Es un alien en tu cabeza. Y una vez en tu cabeza, te conoce mejor que nadie. Por lo tanto, es el que más te puede putear. Cuando haces algo mal te quieres castigar, te desmoronas por cualquier tontería. Y luego me fallo, me fallo, me fallo. ¿Quiero dejar de fumar? Y me fallo, aunque voy a intentar dejar los porros”.

Una vez pasada la barrera de los 50 años, Nube Roja no puede evitar pensar que ha “perdido el tiempo”. “Si yo explicara todas las fiestas que me he pegado, con la farlopa y todo aquello, pensarías que ‘menuda vida’. Pero todo eso no llena. Y después ves a tus amigos que están igual, de mensacas, pero con hijos, con mujer, con casa… Y yo me veo estancado. El tripi me ha dejado estancado, me ha dejado en los 18 años”.