Fotograma de 'Teléfono rojo, volamos hacia Moscú'

La nueva Guerra Fría: móviles, misiles y gas


TONI AYALA (textos)

La crisis de Huawei, la exitosa prueba del nuevo misil hipersónico Avangard -capaz, según los rusos, de superar el escudo antimisiles estadounidense- y la pugna por el gas natural de Europa del Este están provocando la emergencia de una nueva Guerra Fría.

Aunque el hecho de que dos de los actores principales sean el presidente de EEUU, Donald Trump, y de Rusia, Vladimir Putin, nos puede hacer pensar que nos encontramos más bien ante una Guerra Caliente, con mucha testosterona y excesivo bombardeo de tuits. Eso, si no fuera por el contrapunto que pone el presidente chino, Xi Jinping, el tercer actor en el tablero internacional.

Se trata de un conflicto básicamente comercial, con apoyo de la carrera armamentística y de una reorganización geoestratégica de las grandes potencias.

Muchas veces, los mismos actores se entrecruzan, se distancian y se juntan según sus intereses, por lo que es una Guerra Fría con mucho deshielo cuando les conviene. Por un lado, Estados Unidos -con el visto bueno de China- ata más corto a Corea del Norte, mientras Putin gana influencia en Siria. Se sospecha que Rusia influyó en las elecciones presidenciales de EEUU y se adjudica logros militares mediáticos en Ucrania. Al mismo tiempo, EEUU recula en Afganistán, pide mayor esfuerzo a sus socios de la OTAN y anuncia que se retira de territorio sirio, aunque afianza aún más su alianza con Israel -reconociendo como capital Jerusalén- mientras los chinos siguen con su política comercial expansiva, por ejemplo, en África, e incrementan su arsenal militar ante sus vecinos asiáticos. Además, Trump pone en duda las buenas relaciones comerciales con aliados como la Unión Europea o Canadá. Las fichas se mueven en el tablero internacional con estos tres jugadores principales, a veces en un sentido, otras veces, en otro.

De todos los movimientos a los cuales estamos asistiendo en los últimos tiempos, hay tres que, definitivamente, están empezando a marcar esta nueva Guerra Fría (Caliente).

El frente Huawei. Estados Unidos es la primera economía del mundo. La segunda, China, pero podría superarle en el año 2032. Ahora bien, los chinos se ven como un rival tecnológico al alza, ya que, entre otras cosas, pretenden ser líderes en inteligencia artificial en el horizonte de 2030. El punto álgido de esta pugna se produjo con la detención a comienzos de diciembre en Vancouver de Meng Wanshou, alta ejecutiva de Huawei Technologies Ltd. A la hija de Ren Zhengfei, fundador de la compañía de telefonía móvil china, se la buscaba en Estados Unidos por presuntas violaciones –entre 2008 y 2009- de las sanciones internacionales impuestas contra Irán, ya que supuestamente habría vendido a Teherán material fabricado por Hewlett Packard. Hay analistas que consideran que, detrás del caso Huawei, se esconde el presunto espionaje tecnológico que Estados Unidos y otras potencias imputan desde hace décadas a China para obtener información política, tecnológica y empresarial en potencias occidentales. El gobierno estadounidense estaría lanzando un mensaje para persuadir a sus aliados para que no compren equipos de Huawei en sus redes de telecomunicaciones e internet debido al riesgo de seguridad.

Desde 2015, Huawei ha sido la compañía de equipos de telecomunicaciones más grande del mundo y ha superado a competidores como Ericsson, Nokia, ZTE o Samsung.

Huawei habría ganado 25 contratos comerciales para 5G por valor de 87.000 millones de euros. La detención de Meng Wanshou no ha sido la única represalia de EEUU, que, el 20 de diciembre, junto a Reino Unido, acusaron a China de lanzar una cibercampaña de robo y pirateo a gran escala. Washington señaló a dos ciudadanos chinos. La Unión Europea, por su parte, teme también a empresas como Huawei -presente ya en 170 países- y está tratando de frenar inversiones chinas en telecomunicaciones. En paralelo, el presidente chino Xi Jinping realiza una intensa gira mundial por países como España para establecer acuerdos comerciales en un momento en que se sienten atacados por EEUU. Aún así, a China no le interesa estar a malas con los norteamericanos, ya que tienen el precedente de la empresa china ZTE. Este otro gigante chino de las telecomunicaciones fue acusado por EEUU de haber violado las prohibiciones comerciales con Corea del Norte e Irán, por lo que se desplomó en la Bolsa con pérdidas de casi 1.000 millones de euros el primer trimestre de 2018. Pero, al mismo tiempo, a EEUU tampoco le interesa estar del todo a malas con los chinos, por lo que la Guerra Fría se vuelve, en realidad, más Caliente. En efecto, China y Estados Unidos planean reunirse el próximo mes de enero para negociar cara a cara un acuerdo que ponga fin a la guerra comercial que mantienen ambos países. Y es que, por ejemplo, Jack Ma, el fundador del gigante del comercio electrónico Alibaba, ya no creará un millón de empleos en EE UU, como había prometido hace un año, ya que lo hizo “bajo la premisa de una asociación amistosa entre Estados Unidos y China, y unas relaciones comerciales racionales”. Por lo tanto, China también tiene sus armas en esta guerra tecnológica.

El frente gas natural. Otro escenario del tablero de esta Guerra Fría (Caliente) es Europa del Este, no solo por el conflicto armado en Ucrania, sino, en este caso, por la guerra comercial del gas natural entre Estados Unidos y Rusia, con la Unión Europea de por medio. Rusia ya ha demostrado en Ucrania que el gas puede ser un arma de guerra, por ejemplo, cuando cerró el suministro a Kiev. Hay varios países que tiemblan solo de pensar que los rusos paren el suministro de gas por el llamado pasillo ucraniano, como Croacia, República Checa, Hungría o Eslovaquia. La UE, tras la anexión de Crimea por parte de Rusia, aún fue más consciente de los peligros que entraña depender del gas ruso para pasar el invierno, por lo que puso en marcha un plan para diversificar sus fuentes de gas. Pero, pese a las amenazas de sanciones de EEUU, Alemania apuesta fuerte por el gasoducto NordStream 2, que pretende desplegar una tubería bajo el Mar Báltico para transportar directamente gas de Rusia a Alemania. Polonia, con el apoyo de Estados Unidos, se opone al gasoducto, ya que considera que puede poner en jaque la seguridad energética de Europa.

El NordStream 2 costará más de 9.500 millones de euros. Se trata de un proyecto liderado por la empresa de gas estatal rusa Gazprom, pero con el apoyo de los grupos energéticos alemanes Uniper y Wintershall, la austriaca OMV, la francesa Engie y el gigante anglo-holandés Shell.

¿Cómo ha respondido Estados Unidos a Rusia? Pues aprobando sanciones contra las empresas occidentales que trabajan en proyectos rusos y, por otro lado, lanzando ofertas para animar a los países europeos a comprar a sus empresas gas natural licuado (LNG). Polonia, por ejemplo, respondió comprando el equivalente a nueve buques cargados de gas al año durante un lustro. La Guerra Fría (del gas) está servida, pues, en Europa del Este.

El frente militar. Mientras Vladimir Putin muestra al mundo la exitosa prueba de su misil hipersónico Avangard, Donald Trump realiza el mismo día una visita sorpresa a las tropas estadounidense en Irak, donde anuncia algo así como que las fuerzas armadas de Estados Unidos ya no van a luchar en cualquier lugar del mundo a cualquier precio o, dicho de otra manera, sin recibir nada a cambio. Ya no se trata de luchar contra el comunismo o contra las armas de destrucción masiva, ahora, ya se trata abiertamente de luchar a cambio de algo. Y este algo, obviamente, en el universo Trump es sinónimo de beneficio económico o comercial.

Pero, mientras Putin muestra músculo militar en Siria u organizando las mayores maniobras desde la era soviética, Trump está adoptando un discurso de economizar recursos militares.

Esto, entre otras cosas, ya ha ocasionado la dimisión del jefe del Pentágono, el general James Mattis, por desacuerdos con la política del presidente. La idea de Putin y sus generales es que Estados Unidos no tiene defensas contra las armas hipersónicas, por lo que prioriza la velocidad de los nuevos misiles por encima de la altura. Confía en que estas armas sean menos predecibles en su trayectoria y, por lo tanto, que dejen menos margen de maniobra a su adversario. Pero el caso es que no sólo Rusia, sino también China, lleva tiempo apostando por el armamento hipersónico. Como respuesta, Trump, de momento, opta de nuevo por sanciones financieras a las fuerzas armadas chinas por adquirir armamento ruso, básicamente, aviones de combate Sukhoi Su-35 y sistemas de misiles tierra-aire S-400 de defensa aérea. Es lo que en EEUU se llama la Ley para Contrarrestar a Adversarios de Estados Unidos mediante Sanciones (CAATSA) y que extiende las represalias a cualquiera que haga negocios con contratistas militares rusos.

En 2017, durante su primer año de mandato, Trump añadió a casi 1.000 personas y compañías a la lista de entidades sancionadas por EEUU, un 30% más que Barack Obama durante su último año en la Casa Blanca.

El Congreso de EEUU aprobó en julio de 2017 una ley para aplicar sanciones a Irán, Corea del Norte y Rusia, países considerados como adversarios. Pekín, sin embargo, nunca se sumó a este tipo de medidas. China se está convirtiendo cada vez más en un fabricante de armamento sofisticado, pero aún necesita complementarse con cazas o misiles rusos avanzados. Hay analistas que consideran que la política de Trump puede acarrear una mayor colaboración militar entre Rusia y China, que, al final, se acabe traduciendo en un dos contra uno en esta nueva Guerra Fría (Caliente) del siglo XXI. En cualquier caso, está claro que es una partida cargada de testosterona. Al estilo Trump y Putin, el presidente chino, Xi Jinping, también ha aprovechado recientemente la conmemoración del 40 aniversario de la reforma y la apertura del gigante asiático para advertir de que “nadie está en posición de dictar al pueblo chino lo que debería hacer”, entre otras cosas porque “China es un país de más de 5.000 años de historia y más de 1.400 millones de personas”. ¿Quién da más?