Supremacistas


TONI AYALA (texto)

Cinco años después de la Segunda Guerra Mundial, la Humanidad se dotó de la declaración antirracista de la UNESCO, bautizada como “La cuestión racial”. Entre otras cosas, afirmaba lo siguiente:

“El hecho biológico de raza y el mito de ‘raza’ deben de ser diferenciados. Para todos los propósitos prácticos sociales, ‘raza’ no es tanto un fenómeno biológico sino un mito social. El mito de ‘raza’ ha creado una enorme cantidad de daño humano y social. En años recientes, ha cobrado un alto costo de vidas humanas y causado sufrimientos incalculables.”

Sin duda, ese texto hacía referencia, entre otros episodios, al Holocausto judío perpetrado por el régimen nazi. Ahora bien, aquella declaración se aprobó en 1950. ¿Qué paso después? ¿Se acabó con el racismo científico? ¿Los supremacistas desaparecieron de la noche a la mañana? Pues, ni mucho menos.

Un ejemplo de ello fue el Apartheid en Sudáfrica, que duró y duró décadas. De hecho, el año 1992 fue la última vez en que solo votaron plenamente las personas de raza blanca, entre otras restricciones. La segregación racial también tuvo su recorrido en Estados Unidos, donde aún imperaron las leyes de Jim Crow.

Se trataba de unas leyes estatales y locales, promulgadas por las legislaturas estatales blancas, entre 1876 y 1965. Propugnaban la segregación racial en todas las instalaciones públicas por mandato de iure bajo el lema «separados pero iguales» y se aplicaban a los afroestadounidenses y a otros grupos étnicos no blancos en ciertos estados supremacistas de Estados Unidos. 

Las leyes de Jim Crow fueron derivadas de los códigos negros (1800-1866), que también habían limitado los derechos civiles y las libertades civiles de los afroestadounidenses. La segregación escolar apoyada por el Estado fue declarada inconstitucional por la Corte Suprema en 1954, es decir, cuatro años después de aquella declaración de la UNESCO. Pero, el resto de las leyes de Jim Crow se anularon por la Ley de Derechos Civiles de 1964​ y la Ley de derecho de voto de 1965.

Han pasado casi 70 años desde que Naciones Unidas denunciara el daño que ocasiona el mito de la ‘raza’. Pero, sin duda, el supremacismo, entendido como la acción de causar daño a otra comunidad simplemente porque es percibida como diferente o impura, está a la orden del día.

Se puede pensar que hay lobos solitarios, como Brenton Tarrant, autor de la matanza de Christchurch, o Anders Behring Breivik, quien perpetró la masacre de Noruega. Pero, la Historia reciente nos recuerda que el supremacismo no tiene solo un color y que un día un terrorista actúa en Barcelona y, al otro, en Utrecht o en Londres o en Irak. El supremacismo tampoco distingue razas ni colores de piel ni credos, puesto que se manifiesta en todos y cada uno de ellos. El cineasta Peter Berg, en la película The Kingdom (La sombra del reino), lo resumía con una frase final, en la cual tanto musulmanes como cristianos acababan diciendo las mismas palabras: “Los mataremos a todos”.

Los analistas definen a los terroristas supremacistas como gente que tiene dificultad de inserción social, que acumulan algún tipo de resentimiento sobre la comunidad, que tienen acceso a las armas y que hacen ostentación de ello en las redes sociales.

En el caso de los atentados en las mezquitas de Christchurch, el autor material -que transmitió en vivo en Facebook el ataque con una cámara colocada en su cabeza- tenía un fuerte discurso contra inmigrantes y antiislamista. Pero, en otros casos, cuando el atacante es islamista, reivindica su yihad contra los infieles no musulmanes. Incluso el autoproclamado Califato del ISIS es una forma organizada de supremacismo, que no es una fatal exclusiva de los blancos del Klu Klux Klan.

No es casualidad que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura fuera la que derribara el mito de la supremacía racial, puesto que educar e integrar son elementos básicos para prevenir y erradicar el virus supremacista. No en vano, el lema de la UNESCO es: 

“Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres”.