Bienvenido, Mister Marshall


TONI AYALA (texto)

Villar del Río, un pequeño pueblo castellano, es alertado sobre una visita inminente de diplomáticos estadounidenses. El pueblo comienza los preparativos para impresionarlos, con la esperanza de obtener beneficios bajo el Plan Marshall, y cantan:

“¡Americanos, os recibimos con alegría!”

Se trata de una de las escenas más famosas de la película Bienvenido, Mister Marshall (1953), de Luis García Berlanga, un filme que supuso una crítica a la sociedad española de la época y que, aún así, consiguió pasar la censura franquista.

El Plan Marshall fue una iniciativa de Estados Unidos para ayudar a Europa Occidental, en la que los estadounidenses dieron ayudas económicas por valor de unos 14 mil millones de dólares de entonces​ para la reconstrucción de aquellos países de Europa devastados tras la Segunda Guerra Mundial.

Hoy en día, los Planes Marshall se llaman Planes de Rescate, supervisados por grandes organismos, como el Fondo Monetario Internacional, y tutelados por ‘hombres de negro’, como ya se vio en Grecia durante la grave crisis económica. Pero, los hay a gran escala y los hay de más pequeña magnitud.

Villar del Río era un pueblo capaz de hacer lo que fuese por captar la inversión de los estadounidenses. Esperando mostrarles el lado de la cultura española con la cual se sintieran más identificados los americanos, sus habitantes incluso se visten con trajes típicos andaluces que nada tenían que ver con su situación geográfica en la provincia de Soria; contratan a un famoso intérprete de flamenco y redecoran el pueblo según el estilo andaluz. Al final, no sirve de nada porque la caravana de los estadounidenses pasa a toda prisa por el pueblo sin detenerse.

Mr. Marshall Trump

Lima (no confundir con la capital de Perú) es una ciudad estadounidense ubicada en el condado de Allen, en el estado de Ohio. Tiene aproximadamente unos 40.000 habitantes y se llega a través de la Autopista Interestatal 75, aproximadamente a 116 km al norte de Dayton y a 125 km al sur-suroeste de Toledo (no confundir, en este caso, con la ciudad española).

Lima es como una versión moderna del Villar del Río de García Berlanda, puesto que recientemente se ha vestido de gala para recibir a Donald Trump.

El presidente de EEUU, lejos de pasar de largo, ha preferido plantarse delante de una bandera estadounidense gigante y de varios tanques -como si fuera el actor George C. Scott en la película Patton para proclamar ante los limenses sin ningún tipo de pudor:

“Más os vale quererme. Yo mantuve este lugar abierto”.

Donald Trump se refiere a la famosa Fábrica de Tanques del Ejército de Estados Unidos, que ha mantenido a flote la ciudad de Lima desde hace casi 80 años. De aquí ha salido, por ejemplo, el blindado M1-Abrams, uno de los más utilizados del mundo y uno de los iconos de las guerras del Golfo Pérsico.

George C. Scott, en ‘Patton’, y Donald Trump, en la fábrica de tanques.

Resulta que la fábrica, últimamente, no pasaba por sus mejores momentos. Cuando la planta operada por General Dynamics presentó los M1-Abrams en 1980, en la recta final de la Guerra Fría, el tanque de casi 70 toneladas se convirtió en una sensación militar a nivel internacional. Casi todos los ejércitos occidentales lo querían tener.

Fue una de las armas decisivas en la toma de Kuwait durante la Guerra del Golfo Pérsico a principios de los años 90 y luego volvió a ser clave en la guerra de Irak a partir de 2003. Pero, hoy en día, la competencia a nivel de tanques sofisticados es mucho mayor. La caída de la Unión Soviética también ha abierto más el mercado mundial de armas, del que se está aprovechando Rusia también. Además, las nuevas tácticas militares están relegando más la efectividad de los tanques frente a elementos como los drones.

A principios de la década de 1990, el entonces secretario de Defensa Dick Cheney amenazó con cerrar la fábrica. Ya no era rentable. Además, en 2012, el Ejército anunció que ya tenía demasiados vehículos blindados en sus reservas como para justificar una continuidad de la producción. El gobierno de Barack Obama, que decidió recortar los presupuestos de defensa, quería bajar la persiana, pero los republicanos lo impidieron desde el Congreso.

Mientras tanto, Lima se consumía. El número de empleados de la fábrica de tanques cayó en picado, pasando de casi 4.000 a unos 300. Se produjo una reacción en cadena. Otros dos complejos de producción militar de la ciudad cerraron, lo que dejó en el paro a unas 8.800 personas y conllevó a pérdidas de casi 300 millones de dólares al año.

Pero, entonces, cuando todo parecía perdido, llegó Mr. Marshall Trump, quien, en 2016, ganó en el Condado de Allen con el 67% de los votos.

El presidente ordenó un aumento del presupuesto de Defensa en 2017, cosa que no solo ha permitido a la fábrica incrementar la producción, sino que ha diversificado sus productos. No en vano Trump autorizó más de 2.000 millones para la fabricación de vehículos blindados, un presupuesto récord del Pentágono.

Ahora, en la fábrica de tanques de Lima el número de empleados ronda los 600 y podría alcanzar el millar. El año pasado, fue seleccionada como una de las cuatro instalaciones que desarrollarán nuevos prototipos para otro vehículo militar, el llamado Mobile Firected Firepower. Y podría producir pronto una versión mejorada del M1-Abrams, su modelo estrella.

Un tanque M1A1 Abrahams fabricado en Lima. / Foto: Vikipedia

La pregunta es: si las reglas de la guerra tecnológica están cambiando el papel de los tanques y, en paralelo, si Trump está ordenando la retirada del Ejército de Estados Unidos de varios puntos en conflicto, como Siria, ¿para qué se incrementa la producción de blindados?

Mr Marshall Bin Salman

En España, el Gobierno de Pedro Sánchez también protagonizó no hace mucho otro episodio de mrmashallismo político, cuando tuvo que rectificar su postura para evitar que el príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salman, suspendiera un suculento contrato militar.

En septiembre de 2018, el Ejecutivo socialista consideró “desactivada” la crisis con Arabia Saudí y garantizado el contrato de Navantia para construir cinco corbetas por valor de 1.813 millones de euros.

El desencuentro lo había provocado el anuncio de que el Ministerio de Defensa iba a cancelar la venta de 400 bombas guiadas a Riad ante la posibilidad de que fueran usadas en la guerra de Yemen.

Aquella crisis será recordada, entre otras cosas, por esta célebre justificación del Gobierno español sobre la venta, finalmente, de las bombas para Arabia Saudí: “Son láser de alta precisión y, por tanto, no se van a equivocar matando a yemeníes”.

El caso es que estaban en juego cerca de 6.000 empleos, con una carga de trabajo global de alrededor de siete millones de horas para los astilleros de Bahía de Cádiz, Ría de Ferrol y Cartagena y su industria auxiliar. Es decir, tres grandes Villar del Río en uno.

Los recientes ejemplos de la fábrica de tanques de Lima y de los astilleros de Navantia en España reflejan hacia dónde se dirige la economía, en la cual el gasto militar irá en aumento. En lugar de transformar una industria en otra actividad de índole civil se seguirá produciendo material militar y, al seguir produciéndolo, alguien tendrá que comprarlo y, al final, usarlo. Estas armas, mientras en un lugar del mundo generarán empleos, en otro, causarán muertes. Esta es la realidad.

Es la moraleja de la escena del pregón en la película Bienvenido, Mister Marshall, que comienza con la célebre frase:

“Como alcalde vuestro que soy os debo una explicación, y esa explicación que os debo os la voy a pagar”