Charlot i Scraps

Barcelona (1919-2019), una vida de perro


TONI AYALA (textos)

Las nuevas tecnologías nos permiten, hoy, realizar un inocente experimento de ciencia ficción en el primer día de 2019. ¿Qué pasaría si pudiéramos celebrar la llegada del nuevo año de la misma manera que lo hicieron los barceloneses hace exactamente un siglo? ¿Cómo? ¿Es eso posible?… Pues, sí, y no hace falta recurrir a Steven Spielberg para conseguirlo. Tan solo necesitamos la magia de Charlot.

Eso sí, para conseguirlo, debemos situarnos en el día 1 de enero de 1919. Era miércoles. Los barceloneses se habían levantado con la resaca de las celebraciones de la llegada del nuevo año. No hacía ni dos meses que se había acabado la Primera Guerra Mundial, que, en Barcelona, ciudad neutral, trajo prosperidad a aquellos que supieron aprovecharse del conflicto armado para sacar tajada.

Es por ello que, aquel primero de año, Barcelona reunía una gran oferta de ocio, con una treintena de teatros y salas de conciertos. Todos ellos tenían una programación de Año Nuevo.

Desde el Gran Teatro del Liceu al Teatre Català Romea, pasando por el Teatro Goya, el Teatro de la Comedia, el Gran Salón Doré, el Palau de la Música Catalana, el Gran Teatre Espanyol, el Teatro Nuevo, el Teatro Victoria o el Teatro Apolo… La ciudad estaba llena de luces y de espectáculos.

Aún así, como hoy en día, también había sombras. La oscuridad de las desigualdades sociales y de la más extrema pobreza también se cernía sobre la capital catalana ese 1 de enero de 1919.

“¡Una limosna por Dios! Una limosna por Dios!”, se proclamaba por las calles y en los diarios, donde ese día se anunciaban iniciativas solidarias para que los Reyes Magos llegaran a todos los ciudadanos.

En el Teatro Poliorama habían preparado un “grandioso festival de caridad”, que anunciaban con palabras grandilocuentes, de una poética que llegaba a resultar algo grotesca:

“¡Una limosna por Dios! Ábranse las bolsas que se cierran; despiértense los corazones que se cubren de polvo; anímense las almas que huyen del dolor y del infortunio (…) Dadnos pan, una limosna de pan, de carne, de arroz, de ropa, de calzado. Dadnos cosas con que mitigar el cruento martirio de los que acuden a nosotros. Nuestra puerta ya se ha estropeado de tanto abrir a los que vienen a buscarnos. Una limosna, pues, por Dios; no una, dos limosnas por amor de Dios; la del don y la de la bondad; que no queremos ni deseamos tener la una sin la otra. Y siempre nuestra voz se percibirá a través del rumor de la ciudad inmensa”.

Estaba claro que muchos lo pasaban mal, muy mal, de la misma manera que otros disfrutaban de buena posición. Para unos y para otros, en sentidos muy distintos, la beneficiencia formaba parte de sus vidas: unos, para dar; otros, para recibir. Así era la Barcelona de aquel 1 de enero de 1919.

Ahora bien, ese mismo día, en el Cine Príncipe Alfonso tenían un programa muy especial. Pasaban la película Vida de Perro, de Charles Chaplin. Charlot estaba en el lugar y en el momento justos. Había estrenado este mediometraje mudo el año anterior, dirigido y protagonizado por él mismo.

El argumento no podía ser más oportuno:

Charlot es un vagabundo que roba comida para sobrevivir. Tras escapar de la policía, intenta conseguir trabajo, pero fracasa, ya que le quitan continuamente su posición en la fila, pese a que había entrado primero en la oficina de empleo. Luego encuentra a Scraps, un perrito que está siendo perseguido por otros. Charlot le rescata.

No tiene pérdida la escena de Charlot robando comida del puesto callejero o aquella en la que entra en una sala de baile, donde los perros no están permitidos. Pero, él, igualmente, se mete a Scraps en los pantalones y accede al local. La gente se queda mirando a Charlot porque parece que tiene cola. Allí, el vagabundo se enamora de una pobre cantante.

Mientras tanto, unos ladrones roban la billetera de un millonario borracho y la esconden. Pero, Scraps la desentierra, lo que permite a Charlot y a su amada afrontar la posibilidad de una nueva vida fuera de la miseria.

¿Y si entramos ahora en el Cine Príncipe Alfonso y vemos la película?

Gracias a las nuevas tecnologías, hoy, podemos revisionar el filme de Charlot Vida de Perro como si nos hubiéramos despertado en aquel 1 de enero de 1919, en una Barcelona llena de contrastes sociales, como los que nos muestra esta obra de Charlot, que nos conmoverá, pero, sobre todo, nos permitirá empezar el año con una sonrisa.

¡Pasen y vean! ¡Feliz 2019!… O, mejor dicho, ¡Feliz 1919!…